1.6.06

FRANCISCO JAVIER MORENO

Francisco Javier Moreno García nace en Murcia en 1972. Es licenciado en Matemáticas y ha cursado estudios de Filosofía, así como de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Complutense de Madrid, ciudad en la que reside desde hace nueve años y donde ejerce como profesor de Enseñanza Secundaria. Accésit del certamen Murcia Joven-98 con el poemario "La elocuencia del azar", publica al año siguiente la novela "Buscando Batería" en la editorial Bartleby. Ganador del premio nacional de poesía Miguel Hernández con el libro "Cortes publicitarios" en el año 2006, ha publicado poemas en la revista Hache (números 1 y 3), así como en la revista digital www.deriva.org, donde además ejerce la crítica literaria. El próximo otoño publicará la novela "La Hermogeníada" en la editorial aladeriva. Asimismo mantiene un blog relacionado con la creación y la cultura: Peripatetismos.




Famosos en acción: Amigo Moreno, leyendo "Cortes publicitarios" me da la impresión de que hay solución para el problema de la poesía en la Edad de la Información (a.k.a. Edad del Ruido), donde el peso específico de cada mensaje se aleja en muchos ceros del cero coma, por traer una metáfora matemática. ¿Podría explicitar un poco más su receta?



Francisco Javier Moreno: Pasolini decía que nunca concedía entrevistas:



1.- Porque todo entrevistado se convierte en un ser disociado, un esquizoide (¿quién responde, la persona de carne y hueso o aquél que tú -lector más que hipócrita- quieres ver en mí y en el que yo -más hipócrita que tú, lector- me convierto?).



2.- La entrevista prescinde de la semiótica gestual, de la voz, imprescindible en toda auténtica comunicación.



Yo asumo de principio mi condición disociada (hautor/Su Hautoría) y, por otra parte, no creo que mis gestos ni mi voz aportasen nada a lo que aquí digo (así puedo manosear mi pompón fetiche o practicar el arameo mientras escribo estas líneas, por ejemplo). And at last, but not least: Yo no soy Pasolini.



Como veis, todo son ventajas.




Así que, sin más dilación, paso a responder a tu pregunta:




La receta es muy sencilla. Se junta tradición y última generación, en dosis alícuotas, y se deja macerar durante treinta y tres años. A veces sale. Eso sí, hay que tener un poco de paciencia.



F.E.A.: En cambio, desde la postura opuesta, Roberto Bolaño sólo aceptaba entrevistas por emilio, alegando que lo suyo era escribir y que en un cara a cara se mostraría que hablaba tan mal como todo el mundo, ¿no le da miedo a usted la oralidad? Mire que lo grabo todo y lo cuelgo en Yotuve.


F.J.M.: ¿La oralidad? Uhm... Sí, reconozco que me pone nervioso si no es con una tiza o un cigarrillo en la mano (trabajo y placer, valga decir). Supongo que hay escritores oradores y escritores que no lo son, igual que hay poetas novelistas y que no. Como los calamares, me gusta disponer de una buena dosis de tinta -o de píxeles- para camuflarme.



F.E.A.: Vengo siguiendo con mucha fidelidad sus peripatetismos en internet y puedo decir que hay unos temas recurrentes tanto en este medio como en su poesía: los vericuetos de la etimología y la filosofía moderna, y a través de ésta el examen de diversas manifestaciones culturales, populares o no. Me pregunto si me he saltado alguna otra fuente que usted considere igual de importante.



F.J.M.: Soy de los pocos que todavía creo en el conocimiento. Uno sólo conoce a través de la metáfora, sólo entiende el sentido de algo si lo compara con otra cosa y establece algún tipo de analogía. Reconozco que ese es mi interés particular. Por tanto... no me interesa ningún tipo de realismo, ni sucio, ni limpio. Me siento a gusto estableciendo relaciones entre los diversos campos del conocimiento, dígase: filosofía, literatura, ciencia, periodismo y lo que llamamos el día a día. Novalis intentó componer una enciclopedia alternativa a la ilustrada de Diderot y D'Alambert donde todos los conocimientos estuviesen vinculados a través de la poesía. Proyecto que quedó inconcluso, por inabarcable. Yo, con modestia, intento seguir el mismo camino. Mi herramienta es la metáfora. Al fin y al cabo todo conocimiento no consiste sino en un tropo. Más intenso cuanto mayor sea la lejanía entre los términos relacionados. Al fin y al cabo, una variante del conceptismo de nuestro Baltasar Gracián, que tanto interesó a los románticos alemanes. ¿Que qué te dejas? Quizás la tragedia. Para mí, quizás, el único tema o, al menos, en que los engloba a todos.


F.E.A.: Últimamente están apareciendo (y provocando bastante interés) libros de poesía donde, al margen de la presencia o no de cierto experimentalismo, la filosofía del siglo XX es un componente esencial, cuando no lo que informa todo el poemario: Joan Fontaine Odisea de Agustín Fernández Mallo, En ningún paraíso, de Diego Doncel, La piedra alada, de José Watanabe, Habla, de Eduardo Milán o los nuevos compendios de Sánchez Robayna o José Ángel Valente se nutren, salvando sus evidentes diferencias, de un tronco parecido al que aprovecha usted y son, por otra parte, libros tremendamente cultos-culturalistas. ¿Le parece una dirección aprovechable para una poesía futura?



F.J.M.: Después de Nietzsche la filosofía tuvo que reconocer con humildad que su tarea fundamental, el hallazgo de algo que pudiera llamarse La Verdad, rebasaba -por imposible- todos sus límites. A partir de entonces, destronada de su posición privilegiada, la filosofía se convierte en un discurso más, no idéntico al literario, pero sí paralelo. Como la ciencia. La ciencia todavía nos sigue pareciendo sin embargo un discurso hegemónico por indiscutible. Y no es cierto. No hay un discurso privilegiado. Son sólo "géneros", especies, o como queramos llamarlos. Esta toma de conciencia hace que el poeta pueda incorporarlos a su tarea ya que no constituyen sino un material más a su disposición para llevar a cabo su arte combinatoria, su alquimia.



F.E.A.:¿Qué otros materiales le sirven para este alquimia?



F.J.M.: Naturalmente todo lo que leo, todo lo que veo, todo lo que oigo, etc. Lo importante creo que es el destilado, la complejidad del alambique. Como las buenas cervezas belgas, nunca escribo nada que no haya sido destilado al menos dos o tres veces. Todo lo que escribo contiene al menos un doble cifrado, dos planos... Y el texto es el lugar de (des)encuentro.


F.E.A.: Sin dejar nunca de hablar de poesía contemporánea en castellano, ¿cambia algo internet, y en concreto la blogosfera? ¿O es sólo un magnífico medio?



F.J.M.: El blog es el único género literario que merece consideración dentro de la red. Ese poder asomarse al work in progress que constituye todo blog era antes imposible salvo para unos cuantos allegados del escritor. Es lo que me gusta de este nuevo género. Internet resulta un medio lleno de posibilidades para un poeta aunque sólo sea por la cantidad de información de la que se dispone. El hipertexto es un concepto que me interesa, pero no creo en el hipertexto literario. El resultado siempre resulta torpe. Nada parangonable a hipertextos auténticamente literarios como Rayuela, de Cortázar. Simplemente, no es el medio. Lo fascinante es el hipertexto en sí que constituye la red, una sucesión inacabable de páginas webs que pueden resumirse en una sucesión de ceros y unos, un espacio topológico cuya clausura es la potencia del continuo, el , el alef borgiano, vamos. Alucinante.



F.E.A.: Sin dejar nunca de hablar de poesía contemporánea en castellano, ¿sirve para algo? ¿Tiene alguna función exclusiva, que no cumplan otras artes más concurridas? ¿O es sólo una terapia un poco sofisticada?



F.J.M.: Quizás el camino que he elegido sea éste, precisamente para huir de lo que tú llamas una terapia sofisticada. Por eso intento tomarme muy en serio lo que hago (ojo, lo que hago, no a mí mismo). Puedo decir que conozco a través de la poesía, que se trata efectivamente de un modo de conocer y por tanto de estar en el mundo (y de recrearlo) y que desde luego dista mucho de la preocupación por el endecasílabo o por mi propio yo que a mí me sigue pareciendo una cosa más o menos insignificante, salvo para disfrutar de un buen libro, del amor, o de un zarangollo.



En cuanto a la función exclusiva, sí, la poesía sigue teniendo una función exclusiva si es que todavía sigue viva. Brunetière tenía una concepción evolucionista de los géneros literarios: nacen, crecen, se reproducen y... Sí es cierto que cierto tipo de poesía tal y como la concebíamos no sólo puede sino que debe desaparecer. Yo apuesto por la continuidad del género porque sigo encontrando cosas que no pueden decirse de otra manera que como están dichas en poesía. La poesía sigue conservando matería, Stoff (=estofa, en alemán), pero es una estofa que debe incorporar la diversidad de ingredientes de los que se compone nuestra vida, radicada -a un tiempo- profundamente en la subjetividad, que sigue siendo lo irreductible dentro del poema.



F.E.A.: Si es cierto que la posmodernidad terminó una mañana soleada de septiembre de hace ahora cinco años, ¿ha llegado el mundo cultural en castellano a empaparse de ella, o es ésta una corriente completa que nos vamos a saltar, un poco como pasó a principios del XX con el modernism anglosajón?



F.J.M.: Me resulta curioso que haya mucha gente ahora hablando de postmodernidad cuando a mí me parece algo periclitado. Eso no significa que no se sigan haciendo textos postmodernos durante mucho tiempo. Pero cuidado, muchas veces el discurso postmoderno es del que mejor se saben aprovechar las técnicas capitalistas. No he leído nunca nada que lleve la etiqueta de postmoderno que no me haya desagradado de una u otra manera. Creo que la historia, el pasado, lo que P. Quignard llama "le jadis", vuelve a reclamarnos con fuerza. No hay postmodernidad que valga cuando se trata de la sangre y de cierto atavismo del que nunca llegaremos a desprendernos. Recuperar el pensamiento trágico, he ahí a mi juicio el camino.



F.E.A.: El último premio Hiperión (ex aequo), del mallorquín Ben Clark, se titula "Los hijos de los hijos de la ira" y según la crítica supone un fresco generacional. Por otra parte, he leído de su "Cortes publicitarios" que también incluye el retrato de la caña pensante moderna, globalizada y mileurista. ¿Hay efectivamente un testimonio poético que escribir, sobre nuestra generación, o no son más que muletillas que colocan los críticos aquí y allá cuando no se les ocurre nada más inteligente que decir?



F.J.M.: Uno vive en el tiempo en el que le toca vivir y escribe -imposible no hacerlo- desde ahí. La palabra generación me parece otro término que sirve sólo a críticos y a poetas que buscan etiquetas. Hay un prejuicio, efectivamente, que consiste en pensar que un autor joven ha de escribir necesariamente sobre su tiempo. Una tontería de tantas.


F.E.A.:¿La figura del intelectual ha caído en un desprestigio del que ya no hay retorno? Lo digo porque es usted la persona que conozco que más se acerca a mi idea de intelectual "de los de antes". ¿Cree usted en este estamento tan castigado, en su función pública, o le deja ya definitivamente esas cloacas a Sánchez Dragó y compañía?



F.J.M.: Llamar a Sánchez Dragó intelectual roza el absurdo, si no la parodia. El intelectual clásico, "de los de antes", como tú lo llamas quizás sea una figura nacida con la ilustración y sin duda en declive en nuestro tiempo. Para mí un intelectual es un patrón, de inteligencia, de conducta (ética, no hablo de otras cosas), una figura de referencia que incita a seguir su ejemplo, a imitarlo. Me gusta tener modelos, algo que la postmodernidad tiende a eliminar en aras de un perspectivismo -literalmente- salvaje. La "singularidad irreductible" me parece una estupidez especialmente peligrosa, además de estéril. Hay que copiar mucho para ser auténticamente singular. Sólo se aprende imitando y para ello se necesitan modelos. No puedo entenderme sin maestros como Quignard, Rosset, Sloterdijk, Girard, Ferlosio, Calasso, o Félix Duque, por mencionar sólo a alguno de los vivos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

olaaa javi¡¡¡
somos tus queridos alumnos javi y danny k tal¿?¿?....
un saludo y un gran abrazo
xaooo

Anónimo dijo...

Meter a Ferlosio y a Calasso en el mismo saco me parece aberrante. Por un lado, Ferlosio, que ha escrito en su día ( guerra de Irak) que a él le apena igual la muerte de un niño iraquí que la de un niño español. Y por otro, el pérfido Calasso, capaz de escribir que el sacrificio ( del otro) es necesario.

Calasso es el anti-Ferlosio: Ferlosio es un amoroso y Calasso un sádico, como puede verse claramente en "Le nozze di Cadmo y Harmonía", donde las mujeres aparecen no sólo como víctimas sino como víctimas-y ahí viene la perversión - "activas".

En cierta ocasión (9 de junio de 1988 ) Calasso-lo creas o no-me violó en Madrid. A raíz de eso lo leí con detenimiento y vi que sus propios libros ( "La Rovina del Kash", por ejemplo ) demuestran su ideología y sus actos no se contradicen: al menos es coherente.

En cuanto a Ferlosio: es el intelectual puro, y no se le conoce ni un sólo acto de corruptela ni de degeneración.